Por qué querer cambiar a los demás, si uno hace su propio destino.
Por qué desear lo que tienen otras personas, por qué querer imitar a los demás. Cada persona tiene sus propias prioridades y para cada persona lo importante es algo diferente.
No pasa nada..
Muchas personas nos sentimos solos en ocasiones, pero en realidad, no lo estamos, siempre está sucediendo algo en nuestro alrededor.. y ese algo es para nosotros. Y aún que aparentemente no pase nada, los silencios son parte de la vida.
«¡Hubiéramos podido ser siempre tan felices!»
Con esa frase termina un novela de Dostoievski.
Aveces tomamos decisiones sin darnos cuenta de que son basadas en nuestro orgullo, vanidad, o cualquier otro ego. Y nos conducen a eventos encadenados, que nos hacen la vida más triste, y que nos hacen perder el tiempo que pudimos aprovechar, precisamente en ser felices.
El día a día
Lo que importa en la sociedad es tener una postura, respetar a los demás. Pero en lo individual, lo que importa es obrar bien y estar en paz.
Acaso
¿Nos llegamos a preguntar hacia dónde van las personas?, ¿Qué nos mueve, qué buscamos?
¿Podemos buscar todos lo mismo?, ¿No somos una sola fuerza?, ¿Una sola raza?
¿Por qué estamos aquí?, ¿Podemos dejar de pensar por qué?
Cuarentena
Cuarentena.. parece una tortura, pero es a la vez un bálsamo.
– Cómo lo vemos?, Como un bálsamo.
Es bueno porque no tenemos que estar preocupados por nuestro jefe, que nos ve y nos supervisa; es bueno porque tenemos la libertad de hacer lo que queramos en ‘nuestro lugar’ de trabajo. Por otra parte, descansamos más, porque no perdemos tiempo en traslados y cosas así; no nos asoleamos, gastamos menos; dedicamos el tiempo a hacer cosas que normalmente no haríamos, como: cuidar de nuestra casa, de nuestro cuerpo; realizamos actividades que requieren creatividad, y hasta rezamos más.
Es bueno porque, nos obliga a valorar más las cosas simples que tenemos enfrente y en cada momento.
Nos obliga a reflexionar sobre nuestra vida.
Tal ves por eso Diosito nos puso esta tortura.
La verdad a medias
Es triste pero cierto lo que decía Sor Juana: «siempre hay una razón para la razón».