Con esa frase termina un novela de Dostoievski.
Aveces tomamos decisiones sin darnos cuenta de que son basadas en nuestro orgullo, vanidad, o cualquier otro ego. Y nos conducen a eventos encadenados, que nos hacen la vida más triste, y que nos hacen perder el tiempo que pudimos aprovechar, precisamente en ser felices.
Aveces cuando siento que algo que voy a hacer no tiene un ‘sentido’ por así decirlo o un propósito, recuerdo la frase con la que termina aquella novela.